Entrevista a Manuel Ochoa, Group Origination and Sustainability Manager de DACSA Group, que participará este año como ponente de las XXXVII Jornadas Técnicas
Desde tu experiencia en DACSA Group, ¿cuáles son los principales retos que enfrenta actualmente la cadena de valor de los cereales en materia de sostenibilidad, competitividad y adaptación al nuevo contexto global?
La sostenibilidad se ha convertido en una parte central de la estrategia de la mayoría de las empresas con cierto tamaño. Los consumidores son cada vez más sensibles y están más concienciados con el cuidado de la naturaleza y con la alimentación saludable. Para DACSA este es un tema central en nuestra estrategia, siendo un socio confiable y comprometido con los requerimientos de nuestros clientes, desde hace mucho tiempo.
En cuanto a retos, nos encontramos con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, que tienen el uso de fertilizantes y maquinaria como principales “emisores”. Es necesario ser cada día más eficientes con el cultivo, pero también en el transporte, producción y transformación, pues la reducción de la huella de carbono depende de toda la cadena de valor. Debemos seguir progresando e innovando para producir más, con menos.
Si nos referimos a competitividad, estamos viviendo años de incertidumbre. La volatilidad de los precios debida a factores climáticos, geopolíticos o financieros hacen que los precios del cereal sean inestables. Esto concierne a los agricultores, pero también a la industria que ve como su competitividad puede verse afectada.
El nuevo contexto global nos exige adaptarnos a un cambio climático que viene con temperaturas récord cada año, olas de calor y fenómenos extremos que comprometen producciones en todo el mundo. La adaptación de variedades a climas más severos es una necesidad que las casas de semillas ya están afrontando. Si a esto sumamos conflictos como el de Ucrania, subidas en precios de petróleo, necesidad de reducir impacto ambiental con la descarbonización como objetivo, cambios en hábitos de consumo y legislación cada vez más restrictiva, nos encontramos con un coctel de cambio continuo al que debemos adaptarnos en tiempo real.
Así, las empresas más versátiles, innovadoras y con una visión de futuro clara y realista serán las que mejor se adapten.
La innovación es una herramienta clave para afrontar esos retos. ¿Qué papel está jugando la digitalización y la tecnología en la transformación de esta industria, y cómo la está aplicando DACSA en sus procesos?
La digitalización y la tecnología han llegado a este sector, como a todos los demás, para ayudarnos a ser más eficientes. En Dacsa la estamos implementando desde el campo, con programas de monitorización de cultivos vía satélite, pasando por producción, donde sensores y automatismos nos ayudan a corregir imperfecciones del proceso, hasta la expedición del producto final, utilizando diferentes métodos para controlar la trazabilidad de principio a fin.
Además, en DACSA contamos con dos actores clave que nos ayudan a afrontar los retos del futuro. Por un lado, tenemos el Departamento de Innovación, que está permanentemente estudiando las necesidades de la sociedad, creando nuevos productos y mejorando los existentes para adaptarnos al mañana. Por otro lado, está la Oficina de IA, de reciente creación, y que se encarga del diseño y la implementación de nuestra estrategia de inteligencia artificial en toda la cadena de valor, además del manejo del dato.
Has estado al frente de iniciativas vinculadas a sostenibilidad y origen. ¿Podrías compartir algún ejemplo concreto que haya supuesto un avance significativo para el grupo en términos de impacto ambiental o trazabilidad?
En DACSA llevamos muchos años trabajando en diferentes programas de sostenibilidad, en función del origen de la materia prima y necesidades. El más reciente es la creación en 2023 de nuestro propio esquema de sostenibilidad (Dacsa Sustainable Crop-DSC). Este sistema ha sido validado por FSA gracias al benchmarking realizado en 2024, donde hemos obtenido la equivalencia con el nivel plata FSA-SAI. Este sistema nos permite auditar y verificar a nuestros proveedores, por segunda o por tercera parte, y poder de este modo tener materia prima sostenible para nuestros procesos.
En este punto creo que es importante poner al agricultor/proveedor en el centro. Para nosotros, el proveedor es siempre parte de la solución, y no del problema.
Se habla mucho de las emisiones que provoca la actividad agrícola, pero hemos de tener en cuenta que la agricultura, si bien puede seguir mejorando en eficiencia y productividad, emitiendo menos, es la única actividad insustituible pues produce comida para el mundo, y debe garantizar la seguridad alimentaria. La agricultura, bien hecha, es un sumidero de carbono, pues lo secuestra ayudando a mitigar el cambio climático. Buenas prácticas, agricultura de precisión, agricultura regenerativa y de conservación son el futuro de este sector.
Durante las XXXVII Jornadas Técnicas llevarás a cabo una ponencia que girará en torno a la atracción y retención de talento. ¿Qué barreras percibes hoy para captar perfiles técnicos o especializados dentro del sector cerealista, y cómo se pueden superar?
El sector cerealista y agrícola en general sigue viéndose hoy como tradicional y poco innovador. El campo es visto por la gente joven como algo poco atractivo, pues la imagen de trabajo duro, condiciones laborales poco competitivas y desconexión entre lo urbano y lo rural hacen que perfiles más técnicos quieran dedicarse a otras labores.
En mi opinión, el sector tiene un gran futuro, porque la alimentación es un sector que no puede fallar. Apenas hay desempleo entre los técnicos y agrónomos cualificados que trabajamos en él. La agricultura no ha parado de modernizarse y digitalizarse en las últimas décadas, y esto debe ser explicado a la sociedad.
Para mejorar la imagen del sector se pueden hacer campañas orientadas a jóvenes, incidiendo en la innovación agrícola (drones, sensores, IA), comunicar el propósito de nuestro trabajo (producir alimentos, cuidar el suelo, mitigar el cambio climático), vínculos con centros formativos (becas, talleres, FP agrarias), mejorar las condiciones laborales (acordes a la importancia de lo que hacemos) y apoyarse en la innovación agraria como base para que el campo sea visto como una empresa que produce alimentos, moderna, digital y con valor añadido.
Hoy, los fondos de inversión están acelerando la compra de fincas rústicas, lo que podemos ver como un indicador de que la tierra es un valor que no va a fallar, porque todos tenemos que alimentarnos.
Mirando al futuro, ¿qué tipo de perfiles crees que marcarán la diferencia en el sector, y qué puede hacer la industria para ser más atractiva para las nuevas generaciones de profesionales?
Los perfiles agrícolas del futuro son sin duda innovadores, inconformistas, gestores de explotación con visión comercial y empresarial, expertos en datos y en agrotecnología, especialistas en sostenibilidad y cambio climático, comunicativos, orientados al cliente y al negocio.
Nosotros, desde la industria, debemos apostar por la digitalización sin renunciar al factor humano, ofrecer formación y evolución profesional. Apostar por unas condiciones laborales modernas, flexibilizando horarios, facilitando transporte y seguir trabajando para que la conciliación familiar sea una realidad. Las nuevas generaciones buscan trabajos atractivos, y nosotros debemos remar para ofrecerlos en un sector que es clave para la sociedad: La alimentación.